BLOQUE 10. TEXTOS: GUERRA CIVIL. MIGUEL DE UNAMUNO: "VENCERÉIS PERO NO CONVENCERÉIS"

"Venceréis, pero no convenceréis"
El 12 de octubre, día de la Fiesta de la Raza, se celebró una gran ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaba presente el obispo de Salamanca, Dr. Plá y Daniel. Asistía la señora de Franco. Y también el general Millán Astray. En la presidencia estaba Unamuno, rector de la Universidad.
Después de las formalidades iniciales, Millán Astray atacó violentamente a Cataluña y a las provincias vascas, describiéndolas como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos".
Desde el fondo del  paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: "¡Viva la muerte!" Millán Astray dio a continuación los habituales gritos excitadores del pueblo : "¡España!", gritó. Automáticamente, cierto número de personas contestaron: "¡Una!". "¡España!", volvió a gritar Millán Astray. "¡Grande!", replicó su auditorio, todavía algo remiso. Y al grito final de "¡España!" de Millán Astray, contestaron sus seguidores "¡Libre!".
            Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, que se levantó lentamente y dijo: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso –por llamarlo de algún modo- del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, lo quiera o no, es catalán, nacido en Barcelona". Se detuvo. En la sala se había extendido un temeroso silencio. Jamás se había pronunciado discurso similar en la España nacionalista. ¿Qué iría a decir a continuación el rector? "Pero ahora -continuó Unamuno- acabo de oír el necrófilo e insensato grito: ¡Viva la muerte! Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".
         En este momento, Millán Astray no se pudo detener por más tiempo, y gritó: "¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!" clamoreado por los falangistas. Pero Unamuno continuó: "Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."[1]
            El general Millán Astray señala a Carmen Polo, esposa del general Francisco Franco, y le dice a Unamuno: "Coja del brazo a la señora". El escritor sale del lugar junto al obispo de la diócesis, Enrique Pla y Deniel, y es acompañado hasta su casa por Carmen Polo y la guardia personal de ésta. Horas después, la corporación municipal salmantina se reúne de forma secreta y decide expulsar a Unamuno, que conservaba su acta de concejal, del Ayuntamiento.
            Desde ese momento, el escritor sufre las represalias del bando sublevado. El 22 de octubre Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca. Le quedan apenas dos meses de vida, y sus últimos días los pasa bajo arresto domiciliario, según Fernando García de Cortázar, en un estado de desolación, desesperación y soledad.
            Muere en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936[2].





[1] PRESTON, P.: Las tres Españas del 36, 1998, pp. 65-68, tomado de HIDALGO, R.: Julián Marías: retrato de un filósofo enamorado, 2011
[2] EL PAÍS, “venceréis, pero no convenceréis”, martes, 2 de enero de 2007.