Un asesinato en la Sima de los Huesos
El descubrimiento de una doble lesión en la frente de un cráneo de
Atapuerca apunta a un acto de violencia intencionada
Del primer
asesinato de la historia del que se tiene noticia hasta ahora ha podido pasar
mucho tiempo: 436.000 años. Pero, como en las mejores teleseries de forenses,
las pruebas persisten y acaban saliendo a la luz de la mano de los expertos. Un
hombre adulto, preneandertal, habitante del norte de la península Ibérica,
recibió dos golpes brutales y definitivos en la frente, sobre el ojo izquierdo.
Moriría como consecuencia de las lesiones y alguien echó su cuerpo en una oquedad
de casi 15 metros de profundidad, como se haría con otros cadáveres que se iban
acumulando allí….. La oquedad se denomina hoy Sima de los Huesos y es un
rico yacimiento emblemático en el sistema de cuevas de la Sierra de Atapuerca
(Burgos), donde se han descubierto ya restos de al menos 28 individuos de todas
las edades y ambos sexos. ¿Las pruebas del probable asesinato, o “violencia
interpersonal”, como señalan prudente y fríamente los científicos? Dos agujeros
en la frente sobre el ojo izquierdo. “Dado que una o las lesiones traumáticas
fueron probablemente letales, la presencia de golpes múltiples implica la
intención de matar”, afirman los científicos que han analizado el cráneo y sus
lesiones y que exponen sus conclusiones en la revista
científica PlosOne. Nohemi Sala y sus colegas, tras descubrir
el cráneo y analizarlo, han aplicado técnicas forenses avanzadas para
determinar las causas.
Se trata,
afirman los investigadores en el artículo, de la evidencia más antigua “de
violencia interpersonal en el registro fósil de los homínidos”, es decir, un
asesinato cometido hace 430.000 años, la antigüedad de los fósiles de la Sima.
La agresión y
la muerte intencionada de un semejante, ¿es una característica exclusiva de los
homínidos? “En absoluto. Hay agresión y muerte intraespecífica a montones en el
reino animal, dentro y fuera del grupo de las especies sociales, incluidos los
chimpancés”, señala el paleontólogo Juan Luis Arsuaga. “Se mata por el
territorio a los miembros de otros grupos y por el estatus, la jerarquía, a los
del propio grupo, especialmente entre machos”. Por supuesto ha habido violencia
y muerte en los pueblos cazadores y recolectores modernos que se han estudiado
científicamente, añade este catedrático de la Universidad Complutense.
También en
Atapuerca, en el yacimiento de Gran Dolina, situado a medio kilómetro de
distancia de la Sima de los Huesos en el mismo sistema de cuevas, se han
encontrado los fósiles de Homo antecesor, de hace unos 900.000 años.
Esos homínidos, por las marcas que muestran sus restos, “fueron consumidos por
unos caníbales que seguramente los habían matado antes”, comenta Arsuaga. “Pero
en ese caso no tenemos la prueba del crimen recién cometido, como en el cráneo
17 de la Sima. De los H.antecessor solo sabemos que se los comieron,
mientras que en la Sima no hay consumo sino acumulación, que es otro
tratamiento totalmente diferente”.
Con los datos
en la mano, añade este especialista, se pueden hacer diferentes especulaciones
sobre aquellos sucesos del pasado remoto. “Yo pensaría que el caso de Gran
Dolina es de agresión de un grupo a otro y posterior consumo de los muertos del
grupo perdedor, mientras que en el caso del cráneo 17 de la Sima quizás lo
mataron los otros y lo acumularan en la Sima los suyos”, sugiere Arsuaga.
Se conocen
bastantes pruebas de violencia interpersonal, pero de hace no más de 10.000
años, es decir, claramente de la especie humana actual, explica Sala a EL PAÍS.
Y de antes aún hay un par de casos que no son concluyentes: uno es un
neandertal (Shanidar-3), de hace unos 100.000 años, con una lesión penetrante
en la novena costilla izquierda, pero parece que el individuo sobrevivió a esta
herida varias semanas y no está claro que falleciera como consecuencia de esa
herida. El otro es un Homo sapiens de hace unos 30.000 años con una
lesión en la primera vértebra torácica que tal vez fue la causa de su muerte,
pero, aunque pudo ser consecuencia de un enfrentamiento interpersonal, no se ha
descartado que fuera un accidente de caza, recuerdan los investigadores en PlosOne.
En cualquier
caso, 430.000 años atrás, es muchísimo tiempo. La víctima de Atapuerca era un
individuo adulto joven, de sexo aún por determinar: “Es más fácil con los
cráneos más robustos, que son masculinos y los más gráciles, que los femeninos;
pero en estos intermedios es complicado”, comenta Juan Luis Arsuaga, codirector
de las excavaciones de Atapuerca y uno de los autores de esta investigación.
“Si en el futuro encontramos la mandíbula será más fácil”, añade.
El cráneo está
muy completo, incluida la cara y la frente, y ha sido recompuesto con los 52
trozos que se fueron recuperando en la Sima de los Huesos a lo largo de los
últimos 20 años y que los investigadores han escaneado para obtener un cráneo
virtual en el que investigar, medir y comparar. Así hacen su descripción
forense: los dos traumas en la frente del cráneo 17 (Cr-17, técnicamente) son
muy notables, lesiones contundentes que afectan al hueso craneal tanto en la
superficie exterior como la interior, la que está en contacto con el cerebro, y
fracturas radiales desde el centro de impacto. Debieron ser un par de buenos
golpes. “Seguro que tendría alguna lesión en el cerebro, pero como no fosiliza,
no podemos saber el qué. Desde luego los golpes le perforaron el cráneo”,
comenta Sala, investigadora del Centro de Evolución y Comportamiento
Humanos (ISCIII-CSIC), en Madrid, que dirige Arsuaga.
Son fracturas
postmorten, sufridas por el individuo cuando estaba vivo, concluyen los
científicos. Además, no hay indicios de cicatrización de las lesiones, que
encajan en lo que se define como fracturas de depresión, “resultado de una
concentración de energía” en el hueso, perforándolo. Ambos agujeros tienen
dimensiones y contornos prácticamente idénticos, “lo que sugiere que fueron
causadas por el mismo objeto”, pero con trayectoria y orientación ligeramente
diferente, es decir, un golpe por cada lesión.
Lenguaje
técnico aparte, todo parece indicar, según sugieren los investigadores, que
alguien le pegó bien fuerte en la cabeza con algo al individuo del Cr-17. Pero
las conclusiones no se pueden sacar sin estudiar diferentes alternativas y Sala
y sus colegas se han planteado si esos dos golpes en el cráneo no serían
consecuencia de la caída del cuerpo en el agujero de 13 metros de la Sima de
los Huesos, o después, una vez que estaba ya en el fondo. Descartan ambas
opciones porque parece muy improbable que un mismo objeto golpease dos veces en
la cabeza ni al caer ni cuando estaba ya en el fondo de la sima.
La localización de los dos golpes en la frente concuerda con el patrón
habitual entre los humanos actuales
Más opciones
que se tiene se plantea un forense: unas lesiones de este tipo ¿pudieron ser
accidentales, sin que mediara violencia intencionada? “Los traumas accidentales
o no intencionados afectan típicamente a los laterales del cráneo, mientras que
las heridas intencionadas son más comunes en la región facial”, señalan Sala y
sus colegas. “Las fracturas de depresión craneal, aunque pueden ser
consecuencia de accidentes, son más probables como resultado de violencia
interpersonal”. También descartan que se trate, por ejemplo, de un accidente de
caza, dado que son dos golpes. Por su tamaño y forma, los traumas del Cr-17
claramente son intencionados, apuntan.
Y llegan más
lejos en su análisis, recordando que, según la información forense, la
localización de los dos golpes en la frente concuerda con el patrón habitual
entre los humanos actuales, en el que las lesiones de este tipo suelen darse en
el lado izquierdo, “lo que refleja, en los conflictos cara a cara, la
predominancia de los individuos diestros”. Además, y curiosamente, la población
de la Sima de los Huesos es, mayoritariamente, diestra.
Su conclusión
es que el individuo no sobrevivió a las lesiones producidas por estos dos
buenos golpes en la cabeza y, si uno solo de ellos habría sido suficiente para
matarlo, el segundo implica “una clara intención de matar”.
Así, la
explicación más plausible del origen de las lesiones craneales de este
atapuerquino de hace 430.000 años es que son resultado de una pelea mortal.
Pero, acerca de
la situación conflictiva…. “¿Cómo saber qué pasó? Eso no fosiliza. Se trata de
un conflicto cara a cara, de frente, pero el motivo…. ¡Quién sabe!”, comenta
Sala. Ni siquiera se sabe con qué golpeó el agresor al individuo del Cr-17:
“Pudo ser una piedra… una herramienta de piedra; lo que está claro es que es el
mismo objeto en las dos lesiones”, apunta la investigadora. Y añade que no es,
porque no coincide en forma y tamaño, el único artefacto de piedra que se ha
encontrado en la Sima de los Huesos que es una misteriosa hacha rojiza
bautizada Excalibur.
El humano
asesinado y hallado tantos miles de años después en la Sima de los Huesos
vuelve a sacar a la luz el misterioso origen de la acumulación de cadáveres en
esa oquedad de 13 metros de profundidad. Se han rescatado ya más de 6.700
fósiles humanos que pertenecen, al menos, a 28 esqueletos, de todas las edades
y ambos sexos. ¿Cómo fueron a parar allí? En su artículo de PlosOne, los
científicos resumen las diferentes hipótesis a las que llevan años dando
vueltas. Probablemente, los cuerpos fueron depositados en la Sima enteros; en los
huesos no hay marcas de corte, lo que indicaría prácticas caníbales, y las
señales de dientes que pudieran haber dejado animales carnívoros si los
hubieran devorado, son escasas.
En el largo
debate acerca del origen de la acumulación de cuerpos en la Sima, se han
barajado cuatro posibilidades: actividad de animales carnívoros; transporte por
procesos geológicos que van echando allí cuerpos dispersos por el entorno;
caídas accidentales de los homínidos en la oquedad o acumulación intencionada
de los cuerpos de los fallecidos por parte de sus congéneres.
Sala y sus
colegas recuerdan que los análisis recientes han descartado las dos primeras
posibilidades. Así que o se cayeron o los echaron. Y el cráneo 17, el del
asesinado, inclina la balanza hacia la última opción, porque el individuo
“claramente estaba ya muerto antes de ir a parar al lugar y se puede descartar
la caída accidental”. Solo quedaría una opción, la de que alguien lo echó allí
ya muerto. Así las cosas, todo parece apuntar hacia la explicación que, desde
hace años, más satisface a los científicos de Atapuerca, aunque resulte
complicado demostrarla: que la Sima de los Huesos “era un lugar donde los
homínidos depositaban a los miembros muertos de sus grupos sociales”, señala el
artículo de PlosOne. Esta interpretación “implica que era una práctica
social entre esos grupos de homínidos del Pleistoceno Medio y puede representar
el más temprano comportamiento funerario en el registros fósil humano”,
concluyen los investigadores.
El PAÍS, Madrid 27 MAYO 2015